domingo, 16 de septiembre de 2012

NUEVO DIÓGENES

"Vivía en una casa de tercera generación de hoarders. Su madre había sido una, su abuela, otra. Tardamos tres horas en despejar la entrada. En la cocina encontramos una mesa de los años 50. Debajo y entre la porquería había una bolsa, tenía un imán y estaba enganchada a la mesa. En su interior vimos un broche de diamantes", cuenta Antonia Campbell-Hughes, de Abundance Organizing. Su entidad se dedica a limpiar los hogares de una nueva tribu, la de los hoarders. A veces se encuentran tesoros; otras, basura. Compran y acumulan. Y no son capaces de deshacerse de sus pertenencias; tienden a posponerlo. El número ha aumentado; la razón, según los expertos, está en el ciberespacio, ese gran escaparate online. "Basta un clip para adquirir, lo que fomenta la compra compulsiva".

En el filme Dentro del laberinto existe un basurero donde van a parar los juguetes olvidados. Ese vertedero está hoy en casa: 438 libros y revistas, 139 juguetes, 39 pares de zapatos y montones de objetos, esa es la radiografía del hogar moderno que traza el libro Life at Home in the 21Century: 32 Families Open their Doors, escrito por los sociólogos de la Universidad de California. Sus conclusiones son escalofriantes. Apilamos objetos y saturamos casas. Algunos quieren vender, pero la mayoría no se decide.

No hay vía de escape. Las costumbres han cambiado y, con ellas, los espacios. "Esta acumulación es el resultado de años de consumo desaforado y de los pisos sin buhardillas- A esto se añade la desaparición  del ritual de hacer sábado; limpiar y dar a los traperos los periódicos, revistas..Esa industria del reciclaje ha desaparecido" señala  José Luis Nueno, profesor de Marketing del IESE. "Conservar o desprenderse de bienes es uno de los dilemas de la cultura. Los cazadores-recolectores seleccionaban porque viajaban.  Con la era moderna surge el coleccionismo. Con la sociedad de consumo, la norma es la obsolescencia programada, no acumular bienes, cambiarlos por otros. Vuelve la obsesión por la observación".

Es posible que sea un síntoma de inseguridad frente a la crisis o una prefiguración de una futura sociedad del reciclaje.

MARÍA OVELAR. El País.SModa

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